Por Daniel Mérida (@baloncestero)

Lo conseguido este pasado fin de semana por las chicas de la selección de Puerto Rico sólo será valorado con objetividad cuando pase el tiempo y las generaciones futuras vean de lejos lo conseguido por este grupo. Una clasificación olímpica con jugadoras que en su mayoría no tienen un gran recorrido fuera de Puerto Rico es una prueba de la fortaleza de grupo y merece un premio extraordinario a la altura de la hazaña.

Lo conseguido este pasado fin de semana por las chicas de la selección de Puerto Rico sólo será valorado con objetividad cuando pase el tiempo y las generaciones futuras vean de lejos lo conseguido por este grupo. Una clasificación olímpica con jugadoras que en su mayoría no tienen un gran recorrido fuera de Puerto Rico es una prueba de la fortaleza de grupo y merece un premio extraordinario a la altura de la hazaña.

El carácter y garra de esta selección es digno caso de estudio no sólo dentro del deporte boricua, sino incluso del deporte mundial. Un caso excepcional como éste pide a gritos un reconocimiento excepcional y por qué no, pensar en que alguna de estas jugadoras sea la abanderada de Puerto Rico en la cita olímpica de Tokio 2020.

La jugadora que quizás ejemplica mejor el carácter, esfuerzo y superación de esta selección boricua sea Dayshalee Salaman y sus lágrimas viendo cómo el triunfo de Australia certificaba la clasificación olímpica son un buen ejemplo de ello. Sin embargo, quizás la jugadora con mayor currículum y quizás más méritos de esta selección sea Pamela Rosado, con su participación en los mejores momentos de esta selección y con casi 18 años defendiendo y representando a la Isla por América y por el Mundo.

Aunque sea cuestión de gustos el hecho de elegir entre una y otra, pero lo que está claro es que lo mínimo es que una representante de estas jugadores debería estar entre los deportistas considerados para alzar la monoestrellada en esa ceremonía de apertura de dentro de unos meses en la capital nipona.