🎙️🇨🇱🇵🇦 EUGENIO LUZCANDO: «PENSÉ QUE ME IBAN A GRITAR TRAIDOR Y NO LO HAN HECHO»

Por José Miguel González (@14Coto)

El panameño-chileno que por estos días juega en Puerto Varas de la Liga Nacional de Chile, habla de todo en esta entrevista: su pasado como tenista, la influencia de su histórico abuelo, su etapa en Estados Unidos, la difícil decisión de jugar por Panamá y hasta de unas fallidas clases de baile.

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Luzcando, abrigado en una fría tarde en Puerto Varas (Foto: José Miguel González).

Eugenio Luzcando está de vuelta en Chile. Años después de haber elegido jugar por Panamá, vuelve al país donde pasó parte de su infancia, donde tiene familia y que ahora le acoge gracias al Atlético Puerto Varas, de la Liga Nacional de Básquetbol.

Dos meses han pasado desde esta entrevista, hecha en una fría tarde de octubre, mirando de frente a las playas del Llanquihue, el segundo lago más grande de Chile, que goza de una privilegiada vista al majestuoso Volcán Osorno. El día de esta conversación, sin embargo, las nubes cubrían la foto perfecta.

Dos meses en que el tema central del país no fue el deporte, sino las movilizaciones de millones de personas reclamando porque Chile es uno de los 10 paises más desiguales del mundo, según la OCDE, y a la vez, el primer país latinoamericano en cuanto a crecimiento económico. Aún así, las historias de Yuyin, merecen ser compartidas.

¿Cómo te trata esta vuelta al país? «Súper. De hecho, sorprendido. Me han tratado súper bien. El equipo, pero también afuera. Me refiero a otros gimnasios. Pensaba que, honestamente, no por ser creído, pero pensé que me iban a gritar traidor, pero no lo han hecho».

¿Te sorprende? «En verdad que sí. Pensaba que iban a gritarme, que mis mismos colegas iban a tratarme mal, pero no ha pasado nada. Fueron más películas de mi mente».

Llegaste a una ciudad turística. «La he conocido poco, cuando mi madre me estuvo visitando. También fui a la casa de un amigo en Ensenada. Estuve en los Saltos del Petrohué, en el Lago Todos los Santos. Tengo ansias de que llegue mi novia para salir a pasear».

Pareces una persona familiar, ¿cómo lo haces con la distancia? «Sí, pero siempre en contacto. También cuando estuve en Estados Unidos. Les cuento qué me pasa, mis problemas. Siempre hemos tenido comunicación abundante. Están súper felices de que venga a jugar acá, fue una de las razones».

Tu abuelo es histórico en Panamá, ¿influyó en ti? «Ni mi padre lo conoció, porque murió cuando él tenía tres años. Poco se acuerda de él. Me han contado historias, diarios que he visto. Con solo tener un gimnasio a su nombre ya es bastante. Él puso una barra, quiero llegar y subirla».

¿Sientes el peso del apellido? «Mucha gente lo conoció y se me acerca a decirme: ‘Jugué con él… Fue mi profesor’. Siempre me cuentan buenas historias de él. No es un peso, me gusta tener su apellido. A él le fue súper bien en su vida, hizo bien las cosas».

¿Tuviste algún empuje familiar para decidir jugar básquet? «Uff… quién de mi familia no juega… todos juegan. Es suficiente motivo para meterme al básquet».

¿No hubo otra posibilidad? «Si hubo, fui jugador de tenis. Me fue bien, era rankeado nacional en Chile. Llegó un momento donde la plata no dio más. Mi mamá me dijo: ‘Yuyín, no podré pagarte más el tenis, deberás volver al básquet’. Fue cuando tenía 10, 11 o 12 años. Pensaba proyectarme en el tenis. Estaba a full, quería meterme en la ATP. Me imaginaba ser grande. Fue cuando Nicolás Massú y Fernando González, mi referente, salieron campeones olímpicos».

¿Qué sentiste al cortar ese camino? «Casualmente quería decirle a mi madre que extrañaba el básquet y quería volver. Así lo sentía, pero me daba pena decirle por toda la plata que invirtió y el tiempo que mi abuelo puso en llevarme a entrenar y a los juegos. Todo eso directamente al toilet. Me sentía mal y no quería decirle, pero llegó una noche en que ella me lo dijo».

Se conjugaron las cosas. «En verdad que sí. Volví a Boston College, vi a varios compañeros que ya tenía antes del tenis y se me hizo muy fácil la transición».

¿Cómo viviste el cambio de Chile al básquet colegial de Estados Unidos? «En ese momento teníamos problemas familiares. Mi abuelo justo había fallecido, entonces se atrasaron un poco esos planes de viajar. Me fui en 2012, tenía hambre, mucha hambre».

Mentalidad ganadora. «Sí, quería irme nada más. Desde el 2010 cuando salí tercero sudamericano con Chile. Me entrevistaron y dije que mi futuro estaba afuera. Si tengo que seguir creciendo, es afuera. Quería seguir aprendiendo y avanzando. Me salió la oportunidad, no manejaba el inglés para nada. Fue una travesía muy linda».

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Foto: Juan Carlos Remolcoy.

¿Qué nivel encontraste allá? «Fui sin colegio ni nada, a una escuela para aprender inglés y mostrarme a diferentes escuelas para tener una beca. Los primeros seis meses entrenaba solo y después entré a un equipo de verano. Ahí recién me salió la oportunidad, me dieron una beca en Utah. Tenía hambre. Los jugadores eran más atléticos a lo que estaba acostumbrado, pero nunca me acobardé».

Después vinieron cuatro años en la NCAA. «Rompí varios récords de mi universidad, establecí varios. Promedié 14 puntos por partido en toda mi carrera. En mi primer año promedié cinco puntos y solo jugaba cinco minutos. Al final ya estaba con 30 minutos por partido, mi rol fue creciendo. Solo no jugué uno o dos partidos en cuatro años, por una contusión y por una fractura de mano».

¿Cuándo decides ser basquetbolista? «Siempre se me inculcó que la educación va primero. Siempre perseguí eso. El básquet es bueno, pero la educación me va a hacer llegar lejos. Se me dio la oportunidad de estudiar afuera, aprender inglés, terminar mi educación media y después la universidad. Fue espectacular y como en tercer o cuarto año dije: ‘A lo mejor puedo hacer carrera en esto, me puede ir bien y después empezar mi empresa'».

¿Terminaste la universidad? «Sí, me recibí de administración de empresas».

¿Te proyectas ahí? «Me gustaría tener una empresa de bienes raíces, en Panamá y en Chile. Ya estoy trabajando en eso, pero tengo que ir de a poco».

¿Qué te llevó a elegir jugar por Panamá y no por Chile? «Seguir creciendo. También la familia, lo importante que es mi apellido por mi abuelo y otros factores».

¿Seguir creciendo significa que Chile no es bueno? «Sí, es bueno, no estoy diciendo que no me hubiera servido ni nada. Es bueno, pero Panamá es otro tipo de crecimiento. Me sirven los dos».

¿Qué te gustaría lograr con Panamá? «Llegar a lo más alto posible, que serían mundiales y olimpiadas. Ahora no pudimos, pero a la siguiente se viene la próxima camada, con chicos de Panamá y yo más maduro, espero tener mejores resultados».

¿Cómo viviste ese proceso de elegir Panamá? «Fue difícil. Ese incierto de que voy a jugar o no, si se podrá o no. Igual seguía entrenando con la selección de Centrobasket de Panamá, lo que se pudiera. De Panamá me decían que sacarían unos papeles de que estudié ahí, para acreditar que soy panameño y viví allá. Fueron días caóticos».

Chile no te quería dejar por ser bueno. «Lo vi como que en Chile está mi familia, donde crecí y tengo muchos amigos. Siempre le voy a tener un amor a Chile. Lo sigo teniendo. Después Panamá, donde está mi abuelo. También tengo familia, crecí y tengo amigos. En Chile estuve más tiempo, fue difícil elegir».

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Foto: Juan Carlos Remolcoy.

En tu vuelta a Chile, ¿qué encontraste en el básquet? «Lo veo más estructurado, más profesional de lo que era, de lo que conocía, que tampoco era mucho».

¿Cómo te describes como jugador? «Trato de hacer lo posible por ayudar al equipo a ganar. Siempre he dicho y siempre voy a decir que si hay que defender, quiero ser el mejor defensa; si hay que asistir, quiero ser el mejor; si hay que robar, siempre trato de hacer lo que el equipo y el coach necesitan de mi».

¿Hay algo que te guste hacer más en la cancha? «Es difícil la pregunta. Son muchas cosas. Robar el balón me gusta, siempre me ha sido fácil, tengo un entrenador que cuando era mini ya me decía ‘robón’. Me sigue llamando así».

Desde el punto de vista personal. ¿Eres feliz? «Definitivamente. Siempre trato de ayudar en lo que sea posible. No es por tirar esto en cara, pero por ejemplo, hoy casualmente había terminado de entrenar e iba bajando una loma afuera del gimnasio y había un señor de 77 años, me dijo después conversando. Lo vi con dificultad, le ofrecí ayuda, aceptó y lo llevé a su casa. Me encanta hacerlo. Siempre que veo alguien que necesita ayuda le ofrezco. No se trata de mi, sino de lo que pasa alrededor. Dando también se te devuelve».

¿Dónde aprendiste eso? «En muchas experiencias. Me ha pasado que dando se te devuelve. Todo lo que des, se te va a devolver».

¿Estás viendo alguna serie? «Va a sonar friki, pero me gusta el animé. Estoy viendo One Piece, he visto Hunter X, me encanta. Me gusta Power, un show americano de un narcotraficante. Prison Break. No me gusta Game of Thrones, vi tres temporadas esperando que se ponga buena y siempre me quedaba dormido. También me gustan los videojuegos».

¿Qué juegas? «GTA en su momento, un montón. Fortnite ya no tanto… El NBA, Call of Duty».

¿Música favorita? «Lo que más me gusta es la salsa, bachata… reggaeton también».

¿Eres bueno para bailar? «No, solo me gusta escucharlo, jajaja. Mucha gente me ha dicho eso: ‘De verdad te gusta, pero no sabes bailar, ¿qué te pasa?’. Lo he intendo, he tomado clases y no pude. Tomé clases de salsa, bachata y merengue, que me es más fácil. La salsa no se me da».

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Luzcando posa frente al Lago Llanquihue (Foto: José Miguel González)

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